Lo que pasó en Siria
En los albores del 2011 la
esperanza parecía haber llegado al Medio Oriente con las manifestaciones en
diversos países de la zona en pro de mayor democracia y libertad. Por primera
vez era el propio pueblo árabe el que salía a las calles a reclamar lo que
hasta entonces Occidente creía, eran valores sólo comprendidos en su esfera.
Estas manifestaciones derivaron
en lo impensable hasta ese entonces, la remodelación política de una región
bañada en autoritarismos. La “primavera árabe” ha significado un antes y un después
en la forma como vemos Medio Oriente. En menos de tres años, gobiernos de más
de 3 décadas han caído. Si esto ha conllevado a una mayor y mejor
representación, la respuesta viene con reservas tras lo ocurrido este año en
Egipto.
Un caso particular es Siria, cuya
historia está más próxima a las revueltas devenidas en guerra civil en Libia
que al proceso de transición en Túnez. Bashar Al Assad, heredero familiar de
una dictadura de 30 años, ha perseguido ferozmente las revueltas en su país
iniciadas en el 2011, primero en las calles de Homs y luego en Aleppo, donde
militares y mercenarios gubernamentales – Shabbiha - han llevado el terror casa
por casa y han dejado a esas hermosas ciudades convertidas en escenarios
lunares. El punto más álgido y sin retorno se ha dado en el centro de poder
sirio, Damasco, donde los ataques entre el gobierno y la heterodoxa oposición
compuesta por el Consejo Nacional Sirio y el Ejército Libre de Siria se han
intensificado.
Con el recrudecimiento del
conflicto, se alinearon también 2 frentes externos, uno liderado por Estados
Unidos y sus aliados de la OTAN, quienes abiertamente han apoyado a los
rebeldes y otro, el eje Rusia, China e Irán, éste último en sinergia con la
milicia chiíta Hezbolá, a favor de Bashar Al Assad. Otros actores
internacionales también se han pronunciado, la Liga Árabe ha separado a Siria
de la organización, Turquía y la Unión Europea han condenado al gobierno sirio
por las masacres contra civiles e Israel se mantiene cauto ante la posibilidad
de verse atacado en una guerra en la que no tiene implicancia directa. La peor
parte la ha llevado el vecino Líbano, donde el conflicto sirio parece haberse
mudado entre libaneses que apoyan a los opositores y los partidarios del
Hezbolá, con fuerte presencia en dicho país incluso a nivel parlamentario. Ya
van 02 atentados que dan cuenta de cómo la fragmentación siria ha contagiado
también a Beirut.
La guerra ha ocasionado más de 100,000
muertos, 4 millones de desplazados y más de 2 millones de refugiados, 3500 de
los cuales son niños que han cruzado las fronteras sin sus padres. La primavera
dio paso a la guerra civil convirtiendo este episodio en una de las catástrofes
humanitarias más graves en 20 años.
El punto de inflexión se ha dado
con el supuesto ataque químico perpetrado por el gobierno contra el barrio alepino
de Jan Al Assal, dominado por la oposición. Éste ataque habría sido la línea
que no debió cruzar Al Assad según las demandas de Estados Unidos, país que
impulsa una intervención armada que ha tenido eco incluso en gobiernos alejados
de su alineación política como la Francia de Hollande.
La ONU ha reportado que si hay
pruebas de uso de armas químicas, específicamente gas sarín, en el barrio
afectado, sin embargo no ha determinado quién pudo haber efectuado el ataque
porque, en principio, su función era determinar solamente si hubo un ataque
químico o no. Todo parece indicar que el gobierno de Al Assad habría estado
implicado en este ataque tras las denuncias, formuladas tanto por EEUU como por
Francia, basadas en la logística usada para el ataque propias del gobierno. La
coyuntura bélica sin embargo, se ha visto menguada en las últimas semanas tras
la propuesta rusa para que el gobierno sirio se comprometa a despojarse de su
armamento químico, algo que ha aceptado Bashar Al Assad.
La crisis parece haber llegado ya
a un punto sin retorno, por lo que es probable que en lo que queda del año el
rostro de la región vuelva a cambiar, cabría esperar para Siria un escenario
como el libio donde luego de la guerra civil una relativa calma ha acompañado
la transición o, en el peor de los casos, la externalización de un conflicto
que terminaría atrapando al mundo.
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