El mensaje oficial es "En México no pasa nada"
A un año de iniciado el gobierno de Enrique Peña Nieto muchas interrogantes en torno a las medidas adoptadas para el cumplimiento de las promesas electorales se han abierto. Luego de 72 años de gobierno en el siglo pasado, el PRI trata de mostrarse diferente con un rostro más joven y empático que el de sus predecesores pero también alerta ante una sociedad civil que posee nuevos medios de expresión y a un enemigo interno que ha sumido a México en el temor y la inseguridad.
Elias Camhaji, redactor de Foreign Affairs Latinoamérica en México hace un repaso del 1er año del gobierno del PRI en la siguiente entrevista.
1.- A un año de toma de posesión del nuevo gobierno priista,
¿cuánto se ha avanzado en dos de los temas primordiales en el México actual, la
seguridad y la guerra contra el narcotráfico?
En efecto, uno de los temas más comentados
durante el período de transición fue si con el inicio del mandato de Enrique
Peña Nieto habría un nuevo viraje en el combate al narcotráfico y al crimen
organizado, uno de los puntos más criticados y polémicos del gobierno de Felipe
Calderón. En concreto, desde varios frentes se especuló en torno a si se daría
un arreglo (una tregua) entre el gobierno y los grupos criminales, ya que ese
era el estilo percibido de gobernar del viejo régimen priista: para algunos
pragmático y efectivo, para otros corrupto y opaco.
Al cumplirse el primer año de gobierno de
Peña, los resultados de su
administración en materia de seguridad y violencia son poco claros. El
acuerdo tácito ha sido preeminentemente un cambio en el discurso en relación a
lo hecho por Calderón: del gobierno confrontativo al gobierno discreto, de la
bravuconería que presume grandes decomisos y jefes de cárteles caídos al
silencio casi cómplice. La estrategia de Peña Nieto ha sido eliminar cualquier
referencia al crimen organizado del discurso oficial y de los grandes
encabezados e intentar revertir la imagen negativa de México hacia el exterior.
Parece que el mensaje que lo resume todo es “en México no pasa nada”.
Desde
la derecha se acusa negligencia en el manejo de estos temas, desde la izquierda
no hay una voz de denuncia unificada que se haga escuchar y en el oficialismo
se prefiere no hablar del tema. Mientras tanto, el grueso de la población ha
perdido la pista de lo que sucede a nivel nacional y sólo tiene consciencia de
su realidad inmediata, lo cual puede ser visto como un retroceso
considerable.
2.- Una de las promesas de campaña de Enrique Peña Nieto fue
impulsar una reforma energética para bajar los costes de energía eléctrica.
¿Cuánto se ha avanzado en este tema?
En primer lugar, es importante matizar el
foco de la reforma que se pretende implementar. En realidad, el fondo de ese
debate no es la energía eléctrica, sino la apertura y modernización del sector
petrolero. Históricamente, el petróleo ha sido un tema sensible para los
mexicanos, en una discusión que se remonta a la expropiación petrolera a las
empresas extranjeras bajo el gobierno de Lázaro Cárdenas en 1938.
Por un lado, hablar del petróleo en México
despierta todavía fuertes pasiones nacionalistas. Por el otro, ante la
debilidad fiscal del Estado mexicano, PEMEX ha sido una de las principales
fuentes de ingreso público y ha sido utilizado prácticamente como la caja chica
del gobierno, con las consecuencias negativas que esto tiene para el desempeño
de la paraestatal y para la rendición de cuentas del gobierno sobre esos
recursos frente a los ciudadanos.
Los gobiernos panistas intentaron
vehementemente permitir la inversión privada y romper el monopolio de PEMEX en
el sector petrolero, pero fracasaron rotundamente al no poder vencer la
resistencia liderada por Andrés Manuel López Obrador. El cálculo de Peña ha
sido impulsar simultáneamente la reforma fiscal y la reforma energética, en una versión a
priori más moderada a la de los panistas. Con el cierre del período ordinario
de sesiones en el Congreso y con las reformas ya impulsadas, la gran pregunta
es si el capital político de Peña será suficiente para sacar adelante su agenda
de gobierno y sus promesas de campaña.
3.- El PRD decide abandonar el “Pacto por México” alegando
que el PRI y el PAN copan todo debate dentro del mismo. ¿Cuál es la actitud
actual del PRD nuevamente como parte de la oposición pero con un diferente
oficialismo?
El PRD ha sido uno de los actores políticos que más cambios ha sufrido a raíz de las elecciones de julio de 2012. El
partido, que se había caracterizado en los últimos años por ser una coalición
de diferentes fuerzas de izquierda, parece haberse fragmentado de nueva cuenta
en dos polos. Una estirpe mostró mayor
disposición de negociar con el nuevo gobierno, mantuvo el control del partido y
suscribió el Pacto por México hasta hace unos días. A su vez, un segmento
inconforme decidió alinearse en torno al
liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, ex candidato presidencial en 2006 y
en 2012, dejar al PRD y formar el nuevo Movimiento de Regeneración Nacional,
que supone una oposición mucho más recalcitrante y desafiante en contra de
Peña.
Tras quedarse en segundo sitio por dos
elecciones presidenciales consecutivas, el PRD y la izquierda mexicana se han
visto en uno de los momentos más débiles de su historia reciente. El punto
neurálgico para ver si el PRD soportará este cisma o si MORENA será el nuevo
nombre fuerte de la izquierda en México se hará visible en las elecciones
legislativas de 2015. De todas formas, el panorama a corto, mediano y largo
plazo no parece muy alentador de momento para cualquiera de los dos grupos de
izquierda.
En el otro extremo, el reagrupamiento del
PAN y la naturaleza cupular del Pacto por México vulneran la fortaleza y el
alcance del Pacto mismo, estas condiciones abren la puerta a nuevas
perspectivas en el ámbito político de México para el próximo año.
4.- Uno de los sucesos que más se recuerda de las elecciones
del 2012 fue la inmensa movilización estudiantil contra los medios que apoyaron
al candidato priista. ¿La demanda ciudadana sobre los medios cercanos al
Presidente ha menguado durante este primer año?
En su momento, #YoSoy132 fue una expresión
política sumamente relevante y que dotó de aire fresco a una elección que
parecía decidida desde hace tiempo. Desde sus inicios, el movimiento siguió un
ritmo estrepitoso y en 3 meses pasó de ser un reclamo estudiantil focalizado en
una universidad privada a un movimiento político nacional y que,
paradójicamente, recibió una tajada generosa de atención mediática. A decir
verdad, ese ritmo frenético era difícil de mantenerse, aunque el declive
organizacional del movimiento es evidente.
Cabe aclarar que en su cumbre, #YoSoy132
amplió sus demandas originales (democratización de los medios) a otras agendas
políticas y aglomeró a prácticamente a todos los movimientos sociales que se
oponían a Enrique Peña Nieto, casi sin importar las razones particulares de
cada uno de estos movimientos. Con la erosión del movimiento estudiantil podría
afirmarse que las demandas ciudadanas sobre el duopolio televisivo han menguado
o han cedido su lugar preponderante en la agenda de demandas ciudadanas, pero
muchas otras demandas han permanecido y han sobrevivido fuera del movimiento.
Más allá de las protestas estudiantiles,
aquí es importante poner nuestra atención en los grupos opositores más
descontentos y con consignas más duras. El ejemplo más claro de esto fueron las
protestas del gremio magisterial, uno de los mayores dolores de cabeza durante
el primer año de gobierno de Peña Nieto. Aunque sus demandas suelen ser
impopulares, si el gobierno decide anular a grupos cada vez más radicalizados,
tendrá por seguro que el costo a pagar no será bajo. Negociar será una
estrategia impopular, pero reprimir un juego demasiado peligroso en cuanto a la
violencia y al cuestionado capital democrático del país.
5.- Enrique Peña Nieto recibe su primer año de mandato con
la aprobación más baja en lo que va de su gobierno (44% según las últimas
encuestas). ¿Qué factores han marcado el desencanto con el primer Presidente
priista del siglo XXI?
Normalmente, la aprobación presidencial en
México obedece principalmente a cuestiones de bolsillo. Al margen de los
escándalos políticos, las predisiposiciones que tenemos hacia los actores a
evaluar o los problemas de violencia y de inseguridad, los mayores
determinantes de la aprobación presidencial en México tienen que ver con
desempeño económico e implementación de impuestos. Sería atrevido decir que el
amor de los mexicanos se gana con la cartera, pero al menos esa parece ser la
tendencia general para evaluar al presidente en los últimos años.
En particular, como ya se mencionó antes,
Peña Nieto impulsó una reforma fiscal que dejó descontentos a varios sectores
socioeconómicos medios, tradicionalmente los más afectados por la carga
impositiva. Irónicamente, podría decirse que en general es difícil imaginar a
alguien que se ponga feliz al pagar más impuestos. Esa es la primera parte de
la historia. La segunda tiene que ver con un desempeño económico que no ha
estado a la altura de las expectativas, debido a que México no ha crecido ni
está creciendo al nivel que lo hacen otras economías de la región. Peña ha
optado por una política fiscal conservadora que busca disminuir el déficit
público mediante la reducción del gasto, lo cual se ha resentido en la
activación de la economía. Quizá, una vez aprobada la reforma fiscal, su gobierno opte por una medidas más audaces
con miras a conseguir el tan ansiado crecimiento económico.
6.- A un año de su gestión, el Presidente ha destacado lo que
ha denominado “Reformas transformadoras” que continuarán implementándose
durante el siguiente año. ¿Cuáles son los mayores retos en políticas públicas
que aún no emprende el gobierno del PRI?
Un movimiento político inteligente sería
consolidar las enmiendas que se han emprendido durante este primer año. Los
grandes retos por venir ya no obedecen la lógica del diseño institucional, sino
que habrá que ponerse a prueba si este giro de tuercas será suficiente para
aterrizar los cambios que se pretenden llevar a cabo en acciones concretas. Es
cierto que aún faltan por aprobarse la reforma energética y la reforma
política, por lo que eso tendrá al Congreso trabajando a marchas forzadas
durante las próximas semanas.
La lectura natural para justificar esta
fuerte inversión en reformas y querellas legislativas es allanar el terreno
para hacer más eficiente la implementación de políticas públicas desde el
Ejecutivo. Ejemplos claros de esto son la reforma a la Administración Pública
Federal para reducir burocracias innecesarias y la reforma fiscal para
incrementar las fuentes de recursos del gobierno. Por lo tanto, sería
conveniente dejar atrás la retórica de las “reformas transformadoras” y abundar
en el discurso de las políticas públicas con programas como la Cruzada contra
el Hambre o subsidios a adultos mayores. De hecho, parece que ese puede ser un
cauce posible de lo que estaremos discutiendo el próximo año, más sobre políticas
públicas (y sus resultados en los problemas impostergables del país) y menos
sobre reformas constitucionales.
7.- Durante las elecciones del año pasado, opositores a la
candidatura priista señalaron que el PRI nunca dejo el poder, sólo lo prestó por
12 años al PAN. ¿Qué tan cercana es la relación entre ambos partidos?
La evaluación que cada persona da a los 12
años de gobierno del PAN dice mucho de dónde está parada esa persona en el
espectro político y me parece que este es uno de los clivajes políticos más
importantes en México actualmente. Algunos podrán calificar a este período como
una transición hacia la democracia y otros como una simple alternancia en el
poder entre el PRI y el PAN. Los panistas se asumen como héroes de la
democracia en México, los priistas reclaman lo que creen que siempre ha sido
suyo y los perredistas se ven como víctimas de un régimen que nunca se fue y
que les despojó 3 veces de la banda presidencial. Todas son posiciones
exageradas y parcialmente ciertas.
Mucho de lo que subyace al argumento que se plantea supone una continuidad en las políticas de gobierno (sobre todo en
cuanto a política económica) en los últimos 2 gobiernos panistas y los 3
gobiernos priistas que les precedieron. Los adjetivos y las calificaciones son
obvias: tecnócratas, neoliberales y un largo étcetera. Evidentemente, es cierto
que existen similitudes innegables tanto en la praxis como en la doctrina de
estos cinco gobiernos. Asimismo, me parece fatalista e inverosimil afirmar que
nada ha cambiado en 30 años, eso hablaría mal de todos nosotros, no sólo de la
clase política. A final de cuentas, ante una desilusión democrática cada vez
más fuerte, me parece que es un momento oportuno para hacer un corte de caja de
lo que han significado estos últimos 12 años para el desarrollo político de
México y para poner en perspectiva lo que está por venir. Muchas cosas
interesantes están por suceder y muchas de ellas pueden ser definitorias en los
próximos años para México.
Ciudad de México, 03/12/13
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